lunes, 9 de enero de 2012

Uno de Esos Días

Amorebieta, 8 de Enero de 2012

Amanece y todo parece estar en su sitio. Has descansado, estás pletórico, sientes que todo está listo para la batalla y te alegras de poder disfrutarlo. 

Las cosas van saliendo rodadas. Un buen desayuno, viaje entre risas al circuito, llegada al mismo con el tiempo suficiente para relajarte, hablar distendidamente con los compañeros, que en breves instantes serán rivales, y prepararte con toda la calma del mundo para el calentamiento. 

Apenas necesitas activarte, trotas con unas sensaciones increíbles y piensas: "Hoy me como el mundo". Tienes tiempo de sobra para hacer el calentamiento como a ti te gusta; sin prisas, sin estrés, concentrado en cada ejercicio. No hay barullo en la cámara de llamadas y la pasas sin largas colas, ni heladoras esperas. Las últimas progresiones terminan por confirmar el momento dulce que estás viviendo.

Y entonces suena el disparo y se apagan las luces. Empiezas a dar tumbos dentro del pelotón, incapaz de encontrar un metro de terreno sobre el que apoyar el pie correctamente y comenzar a correr. La primera rampa se vuelve un muro eterno bajo tus pies. Tratas de engancharte infructuosamente a grupos de atletas que, tras el siguiente giro, se alejan de ti con la misma facilidad que anteriormente te cazaron. Todo a tu alrededor va a una velocidad distinta a la que tu cuerpo te marca; y no tardas en comprender que hoy será un día duro. 

Hay más de 9 kilómetros por delante y te dispones a vivir una nueva realidad, mucho más dura de la que habías previsto. Pero la esperanza de que, con el paso de las vueltas, las fuerzas vuelvan a ti por el mismo sitio que se fueron; hace que sigas sufriendo, alejándote lo más posible del muro de enfangados y duros metros que te queda por delante. Pero el tiempo pasa, por desgracia lentamente, y la cosa no hace más que empeorar. Te sumes en una espiral infinita de malos pensamientos, contra los que luchas para poder seguir avanzando. Sabes que nada está en su sitio, pero empiezas a dudarlo. Te sientes "la última mierda que cagó Pilatos", que diría el filoso cántabro. Esa carrera interior, paralela a la que estás disputando, te desgasta más aun que las rampas, los charcos y el barro.

Pero por suerte, todo se acaba y el dolor de piernas acalla, feliz y eficazmente, el ruido mental. No hay conclusiones que sacar, ni razonamientos que hacer. Tan solo un día duro en la oficina, pero un día más al fin y al cabo.

Clasificaciones y fotos por Josluga


2 comentarios:

  1. Tu chaval, escribes cada vez mejor...

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  2. Jajaja, no había visto esto. Algo tendré que hacer bien ya que no corro un pijo. xD

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