jueves, 4 de abril de 2013

El país de los mil caminos

Imagino que lo que eres acaba por condicionar totalmente lo que ves, así como tu interpretación del mundo que te rodea. Un físico verá el mundo como un baile majestuoso de inquebratables leyes universales, mientras un biólogo lo ve como una sucesión desbordante de procesos naturales. Simplificando la explicación, yo abro la nevera de mi casa y veo, una lechuga, un huevo, un tomate...mientras que, ante el mismo panorama, mi señora ve una sabrosísima ensalada aliñada con una salsa hecha a base de claras de huevo y no se que historia que había olvidada en un tarro detrás de una cebolla.

En definitiva que nuestra visión del mundo está supeditada a lo que somos. No recuerdo ya desde cuando me pasa lo que a continuación os voy a contar, por más que lo intento me es imposible traer a mi memoria un viaje por carretera en el que no haya pensado en algún momento mientras miraba por la ventanilla: "¡¡¡qué camino más cojonudo para correr!!!". Y si veía que seguía junto a la carretera sin desaparecer me preguntaba: "¿cuántos kilómetros tendrá ésto?". O si se perdía en el horizonte: " ¿a dónde irá?". Me consta que hay muchos más locos enamorados de la carrera a pie que tienen las mismas visiones que yo cuando llevan un buen rato al volante. Solo os puedo decir una cosa, no os hagáis más preguntas, bajaros del coche y buscad respuestas.

Últimamente paso mucho más tiempo en la tierra de los caminos infinitos; esto es, Castilla. Y he empezado a explorar esos senderoa de tierra marrón claro que se dirigen rectos hacia el horizonte. En ocasiones el resultado es decepcionante; pero, algunas veces, el tiempo se para y todo encaja.

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